Hoy comenzamos una nueva serie de reflexiones. Las anteriores nos permitieron analizar algunos de “los fuegos que usa Dios” para refinar esa nueva identidad que tenemos en Cristo Jesús (2 Cor 5:17). En esta nueva serie analizaremos cómo se afirma esta identidad en las Sagradas Escrituras. El libro del profeta Hageo nos servirá como eje central para el análisis y la discusión de los temas pertinentes a la afirmación de nuestra identidad en nuestro Salvador y Señor.
¿Por qué el libro de Hageo? Este libro parece haber sido escrito para este momento histórico que vivimos como País. Cualquier estudiante de la Palabra de Dios llegará a esa conclusión con tan solo considerar los elementos básicos de la exégesis de este libro.
Tal y como dice el Comentario bı́blico mundo hispano acerca de este libro, “constituye un gran alivio, a la hora de afrontar la tarea de hacer el análisis de cualquier libro de la Biblia, poder ubicarlo con exactitud en la historia y la cronología de la revelación divina”. [1] Esto es así porque el Hageo 1:1 nos deja saber que su profecía se desarrolla durante el segundo año del reinado de Darío el grande; específicamente en el primer día del sexto mes de su reinado. El libro nos deja saber que su última profecía escrita ocurre el día 24 del mes noveno del mismo reinado (Hag 2:10, 18, 20). Esta información nos permite ir a los calendarios judíos, persas y babilónicos para saber que estamos recibiendo unos mensajes proféticos que ocurren entre Agosto y Diciembre del año 520 AC (antes de la era cristiana).[2]
¿En dónde reside la importancia de todos estos datos? La importancia estriba en que Hageo estaba profetizando en la misma época en la que el pueblo judío atraviesa por un período de bancarrota espiritual, económica y social. Ese pueblo estaba cautivo bajo la bota de un poder imperial y había perdido todo aquello que le adscribía identidad como país. Además, ese pueblo sabía que estaba sufriendo los embates de todo esto debido a su mal comportamiento, por la ausencia de fidelidad a Dios y su pobre mayordomía de todo aquello que es vital para una nación. ¿Se parece esto a nuestra situación actual como País?
Hageo forma parte del trío de profetas pos-exílicos. Hageo, Zacarías y Malaquías fueron profetas que fueron llamados a hablarle al pueblo en nombre del Señor en medio del final del exilio que sufría el pueblo de Dios. En otras palabras, Hageo forma parte de unos instrumentos separados por Dios para que el País pudiera escuchar la voz de Dios y percatarse que Él nunca deja de hablarnos, nunca nos abandona.
El análisis del trasfondo histórico de este libro nos permite encontrar el ambiente en el que se desarrolla el libro de Hageo. El pueblo de Judá fue llevado cautivo a Babilonia por Nabucodonosor en varias deportaciones entre el 598 A.C. y el 582 A.C. 2 Rey 24:12-16; 25:8-21; Jer 39:8-10; 40:7; 52:12-34). El imperio Babilónico fue conquistado por Ciro, el rey Persa 59 años más tarde, en el 539 A.C. Las políticas de Ciro eran muy distintas a las de los reyes Babilónicos. De hecho, eran tan distintas que en el primer año de esa conquista (538 A.C.), Ciro le dio permiso a algunos judíos para que regresaran a Judea si así lo deseaban (Esdras 1).
Ese primer grupo llegó a Judea bajo la dirección de un gobernador judío llamado Zorobabel. Este hombre era el nieto del rey Joaquín, rey que fue llevado cautivo a Babilonia en la primera deportación. La tradición nos deja saber que Hageo iba en ese grupo. Algunos historiadores creen que él era un joven que acompañaba a sus padres. Otros historiadores creen que Hageo era un anciano de cerca de 80 años que recibía la oportunidad de regresar a la tierra santa, la tierra que lo vio nacer. Aquellos que opinan esto último acuden a las citas bíblicas en las que aparece su nombre antes del profeta Zacarías (Esd 5:1; 6:14).
Sé que algunos lectores necesitan que contextualicemos estos datos para poder comprender su significado. Hageo vive una experiencia similar a la que tendría cualquier ser humano que se haya visto forzado a abandonar su tierra y que hubiera acabado de regresar a esta después de muchas décadas de exilio; viendo su País hecho pedazos.
Hageo encontró un país en ruinas y chocó con la actitud pesimista de los que habían quedado allí. Con toda probabilidad, esa actitud infectó el alma y la mente de los cautivos que regresaban a Jerusalén. Lo sabemos porque Esdras llega con otro grupo de repatriados entre el 459-457 A.C. y encontró un ambiente luctuoso entre los residentes de la ciudad santa. Nehemías comienza a reconstruir la ciudad de Jerusalén 11 años después (446 A.C.) y observó la misma actitud. El pesimismo es muy contagioso, particularmente cuando no se ven alternativas en el horizonte.
y les pregunté por los judíos que habían escapado, que habían quedado de la cautividad, y por Jerusalén. 3 Y me dijeron: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego. 4 Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos. Neh 1:2-4
Es en ese ambiente de luto que Dios ordena a Hageo a que profetice. Es muy probable que el recuerdo que él había guardado de Jerusalén era la de la ciudad con el templo esplendoroso que había edificado Salomón. Ahora regresaba a una ciudad y a un país en ruinas y Dios lo estaba convocando a instruir al pueblo a mirar sus circunstancias con la óptica celestial. Para que esto pudiera ser posible hacía falta que la Palabra de Dios desarrollara un procedimiento oftalmológico en los hijos y las hijas de este pueblo. Hageo fue llamado a declarar esa palabra.
La palabra profética de Hageo no se circunscribe a su contexto. Este profeta recibe instrucciones de señalarle al pueblo que la reconstrucción de la ciudad y la del templo tenía que ser desarrollada con la óptica de la llegada del Deseado de las naciones (Hag 2:7). Esto es, la llegada en gloria del Rey de reyes y Señor de señores. Es en ese contexto que la casa de Dios se llenaría de gloria y que la gloria postrera de esa casa sería mayor que la primera (Hag 2:9). Aquellos que se preguntaban de dónde habría de salir la riqueza necesaria para construir en un país en ruina recibieron una respuesta de Dios en los labios de Hageo:
“8 Mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos. Hageo 2:8
Era mucho dinero el que se necesitaba para reconstruir ese templo. Los babilónicos lo habían destruido en el 586 A.C. Pero Dios estaba diciendo que pusieran su fe en acción, que lo retaran en esto (Mal 3:10). Dios había prometido la provisión y el pueblo que puso su confianza en Dios pudo ver el cumplimiento de esa promesa.
El libro de Hageo puede ser analizado utilizando la siguiente estructura:[3]
Profecía |
Fecha |
Equivalente |
Cita |
1a |
Día 1, sexto mes |
Ag. – Sep. (Elle) |
1:1–15 |
2a |
Día 21, séptimo mes |
Sep. – Oct. (Tisri) |
2:1–9 |
3a |
Día 24, noveno mes |
Nov. – Dic. (Quislev) |
2:10–19 |
4a |
Día 24, noveno mes |
Nov. – Dic. (Quislev) |
2:20–23 |
No sabemos mucho acerca de los datos biográficos de Hageo. Muchos piensan que formaba parte del cuerpo de sacerdotes de Judá. Hageo, cuyo nombre significa “festivo” debe haber muerto sin haber visto el cumplimiento de sus profecías.
Tim Shenton afirma que el libro de Hageo reprende las excusas que se levantan para justificar la apatía en medio de las malas noticias que recibimos como pueblo. Además, dice que el profeta critica a aquellos que se mantienen ciegos ante lo que sin duda alguna es un juicio de Dios. Claro está, formulando que todo juicio divino viene acompañado de una propuesta de restauración y reconstrucción. Shenton también afirma que Hageo le habla a todos aquellos cuyo desaliento les empuja a la infidelidad, aquellos que están descorazonados ante la bancarrota de la nación. [4]
El mensaje de Hageo es uno de admonición a los que toman los ambientes de dolor y de fracaso como una excusa para abandonar la fe. Su mensaje es uno de consuelo y esperanza para aquellos que están desconsolados ante el futuro sombrío de un país que ha fracasado. Es uno de aliento para aquellos que se sostienen en obediencia agarrados a las promesas que Dios ha hecho cuando tienen ante sí un horizonte incierto y si alternativas. Es como si Hageo estuviera parafraseando uno de los pensamientos paulinos:
13 Si fuéremos infieles, él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo. 2 Tim 2:13
Es en estos ambientes que Dios decide afirmar la identidad de su pueblo. Los procesos divinos conducen a este resultado. Salimos de ellos pulidos, refinados y afirmados.
Las aseveraciones finales que encontramos en el libro de Hageo confirman todo esto:
23 En aquel día, dice Jehová de los ejércitos, te tomaré, oh Zorobabel hijo de Salatiel, siervo mío, dice Jehová, y te pondré como anillo de sellar; porque yo te escogí, dice Jehová de los ejércitos. Hageo 2:23
Leamos lo que dice uno de los comentarios acerca del significado de esta frase:
El anillo de sellar que cita este texto es clave para encuadrar la figura y el papel de Zorobabel en el entramado de los eventos futuros. En ese mismo día se le pondrá como “anillo de sellar”. El anillo o sello de una persona era usado como la firma de uno mismo, validando así el contenido de un escrito (1 Rey. 21:8; Est. 3:10; 8:8). Lo que firma el rey no puede ser revocado. Dios, en figura, le asegura a Zorobabel que él será como anillo de sellar. En Jeremías 22:24, 30 se había profetizado al abuelo de Zorobabel, Jeconías (o Joaquín), que sería arrancado como un anillo, y que “ninguno de su descendencia se sentaría en el trono de David, ni reinaría sobre Judá”. Sin embargo, Mateo incluye a Zorobabel en su genealogía (Mat. 1:12). [5]
En nuestra próxima reflexión comenzaremos a analizar modelos de personajes bíblicos a quienes Dios puso como anillos de sellar. El análisis de estos modelos nos ayudará a desarrollar una mejor comprensión del libro de Hageo.
Pastor Rector Mizraim Esquilín – Iglesia AMEC Casa de Alabanza
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[1] Connerly, R., Gómez C., A., Light, G., Martínez, J. F., Martínez, M., Morales, E., … Editorial Mundo Hispano (El Paso, T. . with Bryan, J., Byrd, H., & Caruachın, C., Carroll R. and M. Daniel. (2003). Comentario bıblico mundo hispano Oseas–Malaquıas (1. ed., pp. 292–293). El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano.
[2] Clark, D. J., & Hatton, H. A. (2002). A handbook on Haggai (pp. 1–2). New York: United Bible Societies.
[3] Connerly, R., Gómez C., A., Light, G., Martínez, J. F., Martínez, M., Morales, E., … Editorial Mundo Hispano (El Paso, T. . with Bryan, J., Byrd, H., & Caruachın, C., Carroll R. and M. Daniel. (2003). Comentario bíblico mundo hispano Oseas–Malaquías (1. ed., pp. 292–293). El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano.
[4] Shenton, T. (2007). Haggai: an expositional commentary (pp. 1–67). Leominster, UK: Day One.
[5] Connerly, R., Gómez C., A., Light, G., Martínez, J. F., Martínez, M., Morales, E., … Editorial Mundo Hispano (El Paso, T. . with Bryan, J., Byrd, H., & Caruachın, C., Carroll R. and M. Daniel. (2003). Comentario bíblico mundo hispano Oseas–Malaquías (1. ed., pp. 292–293). El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano.